Del 24.10.24 hasta 30.11.24
Sala de máquinas del Centro Párraga.
Inauguración 24 de octubre a las 20:30h.
Comisario: Javier Pinilla Peñarrubia.
En un pequeño pueblo que parece deslizarse entre huertas y verdes colinas, guardianes de un secreto ancestral, habita un ermitaño del arte que ha encontrado en la pintura su refugio más auténtico y profundo. Las calles, que susurran historias de antaño, y las casas de cal y piedra, silenciosos testigos del devenir de su vida, observan la íntima relación entre el artista y su obra, una conexión donde cada trazo deja una huella de su alma. Salvador Fuster vive así por elección, o tal vez porque no sabe vivir de otra manera. No busca los destellos vacíos de la fama ni se deja seducir por las luces pasajeras de las exposiciones, salvo en contadas ocasiones como esta, donde el arte se viste de gala. Amante de la tranquilidad y la vida humilde, Salvador encuentra en la soledad y el silencio los espacios necesarios para revelar su verdad sobre el lienzo. Esta verdad, lejos de surgir de impulsos caprichosos o destellos de inspiración momentánea, se forja a fuego lento, como el resultado de una meditación profunda y un diálogo constante entre su mundo interior y el entorno que lo rodea. Las obras de Salvador no son fruto de la casualidad, sino de un proceso deliberado y minucioso, donde cada detalle es una manifestación de su técnica y reflexión. Para él, la creación artística no es un relámpago fugaz, sino una construcción paciente que madura con el tiempo. Al observar sus pinturas, se percibe una profundidad casi tangible, una hondura que solo puede lograrse con plena dedicación y amor por el oficio. Cada pincelada cuenta una historia que ha sido pensada, sentida y revisada una y otra vez, hasta capturar esa verdad pictórica que Salvador persigue con devoción. A pesar de lo que pueda sugerir su meticulosa atención al detalle, la obra de Salvador Fuster está lejos de ser complaciente o exagerada. No es ni pretenciosa ni insípida; al contrario, está impregnada de un simbolismo y una armonía propios de la mejor tradición clásica. Con un dominio magistral de la composición jerárquica y del claroscuro, sus pinturas huyen de los temas comerciales y superficiales para ofrecer interpretaciones del alma, donde las emociones, los recuerdos y las sensaciones se entrelazan en capas de color, luz y sombra. En la exposición "Interiores de Fuster", todo lo mencionado adquiere una dimensión aún más íntima y reveladora, ya que Salvador nos invita a explorar sin reservas dos de sus espacios más personales: el aula donde enseña y el estudio donde crea. Esta muestra no es solo una ventana a su técnica, sino también una invitación a comprender su proceso vital como creador. El aula cobra vida a través de sus alumnas, mientras que el estudio se erige como un espacio casi sacro, una torre romántica que alberga la atmósfera única de su búsqueda artística.
Entre las obras expuestas en esta pequeña selección, se encuentra "Clara dibujando", en la que Fuster capta a una joven concentrada en el acto de crear, bañada por la luz suave que entra por una ventana. La escena, equilibrada y serena, transmite la calma y la introspección que Salvador asocia con la pintura. Las sombras largas y la paleta de tonos fríos y terrosos añaden una sensación de melancolía, mientras que los reflejos cálidos crean una atmósfera acogedora y cotidiana. Otra pieza importante que nos ayuda a entender la grandeza del autor es su “autorretrato en el estudio”, una obra donde Salvador se muestra en su espacio más íntimo, vestido de manera informal, rodeado de materiales artísticos y objetos que hablan de su vida cotidiana. Aquí, la textura gruesa de las pinceladas sugiere que el proceso creativo es una extensión natural de su día a día, nada extraordinario, pero profundamente personal. La conexión entre el artista y su entorno se siente palpable, como si el estudio fuera una extensión de su ser, un lugar donde sus pensamientos y emociones toman forma. Cada cuadro de esta serie va más allá de la mera representación; transmite la esencia misma de los espacios que Salvador habita y sugiere. Tanto el aula como el estudio son reflejos de su alma, lugares que no solo contienen objetos y recuerdos, sino que respiran al compás de su proceso creativo. "Interiores de Fuster" es una inmersión en la intimidad del artista, donde cada pincelada es un testimonio de su búsqueda constante de verdad, y donde cada objeto cuenta una historia que trasciende lo visible. Salvador Fuster no busca impresionar ni captar la atención del público. Para él, la pintura de su estudio o de su aula es una forma de introspección, una manera de explorar su propio ser a través del arte. Los tonos suaves y terrosos que predominan en sus cuadros evocan la quietud y el silencio que dominan estos espacios, contrastados por pinceladas de luz que vibran en la superficie, como si el ambiente mismo estuviera vivo. Al contemplar sus obras, el espectador no solo ve un estudio o un aula; ve la vida de un hombre que ha renunciado a lo superficial para vivir en comunión con su arte. Esta exposición no solo nos invita a observar, sino a sentir. Nos invita a conectar con la esencia de un artista que, a través de su vulnerabilidad, establece un vínculo profundo con aquellos que se atreven a mirar más allá de la superficie. "Interiores de Fuster" es, en última instancia, un espacio de reflexión, donde cada obra es un eco de su vida tranquila y una huella imperecedera de su dedicación al arte. Es un susurro de su alma compartido con el mundo, una invitación a participar de su soledad creativa y a entender que su vida de aislamiento no es un sacrificio, sino una elección consciente: la de vivir plenamente para el arte
Texto de Javier Pinilla Peñarrubia.